15 de enero de 2010

Haití


Pobre Haití. Pobre la pobreza de los pobres haitianos. Tiembla sobre mojado. Terremotos después de huracanes, dictadores después de dictadores. Haití es el país más pobre de América y el más desforestado. Un dato importante para quienes se resisten a ver la relación entre desastre ambiental y economía. Desde hace varias décadas entró en un circuito perverso: el combustible es caro, luego hay que hacer carbón con la madera disponible. Se talan los bosques, la lluvia erosiona el territorio, aparece el desierto en una zona de tropical y con abundantes huracanes. Inundaciones. Y, de postre, un terremoto.

¿Queda compadecerse? Si, pero. También tratar de explicarlo. La independencia de Haití antecede a la de las demás colonias americanas pero en "desarrollo económico" el país siempre ha ido a la zaga. Aunque ha vivido períodos de mayor bonanza la miseria lo ha rodeado siempre. Su independencia ha sido más nominal que real. Estados Unidos lo ha invadido a su antojo en estos dos siglos y nunca para promocionar su bienestar. Es un patio trasero más, aunque importante, de su geopolítica en el Caribe. Su soberanía alimentaria tiende a cero: el precio del arroz producido por sus campesinos no puede competir con el arroz subvencionado que viene de EEUU. Haiti tiene que importarlo de allí: otro dato sobre la insensatez del sistema de intercambio mundial.

Haití es una de las cloacas de la razón occidental. Arrinconado en una esquina de una isla antes tropical y exuberante, probablemente nunca se le ha perdonado su origen esclavo y rebelde. Sus elites han traicionado ese origen y han sido, como siempre son las elites, déspotas con su pueblo. Haití debe ser reinventado, pero desde dentro. De la desolación debe salir un nuevo pacto de los haitianos consigo mismos y con la naturaleza. Pero, para ello, se requieren unos nuevos términos de intercambio económico con los países hegemónicos. ¿Le dejarán? No, no le dejarán.


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